Una de las principales faenas, sobre todo
para las mujeres, era la cuidar bien los
cerdos destinados a la matanza. Entre los
vecinos andaban a porfía a ver cual lo tenía
más gordo; los medían con los brazos o con
una cinta métrica para saber cuales eran los
mejores; vaya alegría y satisfacción que
reinaba en aquella mujer que tenía la suerte
de que sus cerdos fueran los más gordos. Por
las noches les cocían grandes calderadas de
comida para el día siguiente; para cocer
estos calderos se hacían en las lareiras
grandes lumbres, y estas lumbres también
servían para secar las castañas, pues se
disponía de unas cañizas en el techo de la
lareira y se ponían allí hasta que estuvieran
secas para después mazarlas y quitarles la
cáscara, limpiarlas y guardarlas para el
consumo.
En estas lumbres, sobre todo si el tiempo
era malo, se empezaban a frecuentar los
fiadeiros, que continuarían hasta el mes de
febrero; aquí, rodeados de estas lumbres,
todas las mujeres hilaban el lino, se contaban
cuentos y chistes, era donde se sabían todas
las noticias, era la casa de la radio de aquella
época; la emisora duraba hasta las once o
doce de la noche en que la gente se recogía y
se marchaba a dormir. Los mozos, que eran
los que más los frecuentaban, iban unas
noches a una casa y otras noches a otra,
hasta recorrer el pueblo no se podía ir a la
misma casa. En aquella época las noticias se
pasaban de pueblo a pueblo y de personas a
personas, por correo y en la prensa, pero la
prensa, a no ser que hubiera un chupatintas
camuflado, ningún campesino se paraba a
leerla; la prensa del campesino era el
fiadeiro, entonces las noticias llegaban muy
tardías, cuando llegaban ya eran viejas; hoy
por la radio y la televisión llegan al momento,
pero, le pido perdón a la radio y a la
televisión, aunque tienen plena libertad de
hacerlo era mejor que no llegaran, que
pasara lo de antes, que muchas más de la
mitad se quedaran por el camino, me gusta
ver las buenas pero las malas me desagradan.
A principios de este mes se deshacían los
rebaños grandes del verano y se arreglaban
los rebañitos pequeños de invierno, dos o
tres o a lo mejor cuatro, según se juntaban y
hacían los rebaños. También había rebaños
de vecinos, que además de las suyas por una
indemnización guardaban las de otros
vecinos, que no tenían personal competente
para ir con las ovejas durante el invierno, Así
que aumentaban los rebaños y aumentaban
los pastores, más alegría para los campos,
más canciones por todas partes; hoy a
excepción del ronquido de un jabalí o de un
corzo no se oye nada, apenas hay pájaros ni
caza menor, no hay sembrados, no tienen
que comer, no pueden subsistir. Los corzos,
los jabalís y alguna zorra subsisten, pues
aunque se siembra poco se siembra algo
alrededor del pueblo, y esas razas viven de
ese poco que se siembra, pero a nosotros nos
hacen la vida imposible pues lo poco que se
siembra aun nos lo estropean.
En este mes las vacas aún continúan
saliendo al prado aunque por las noches se
les empieza a poner cena. Si el tiempo está
bueno aún se sigue trayendo leña, se saca
abono para los prados, se intensifica mucho
la recolección de las patatas; el invierno se
aproxima más, ya empieza a helar, la gente
empieza acoger miedo por si se hielan; los
años son muy diferentes, esta recolección,
repito, muchas veces llegaba hasta cerca de
navidad.
Dichoso mes empieza con santos y termina
con San Andrés. Ya empiezan a caer las
hojas de los árboles, los bosques quedan
tristes; gracias a las canciones de los pastores,
el ladrar de los perros, las ovejas y las cabras
alegran todos los montes; al venir en
pequeños rebañitos parecen venir más
contentos, llegan al pueblo y cada una, sin
necesidad de obligarla, se va a su casa, es
bastante raro que se cambien de cuadra.
Adiós noviembre.