Se preparaban las guadañas, los engazos
y mangos, espalladoiras. Toda la actividad
se dirigía sobre la recolección de la hierba.
Era el mes que más se miraba el cielo, los
nublados y de donde venía el aire: si venía
del norte, buen tiempo; si venía del sur, mal
tiempo; si venía de poniente muy revoltoso.
Se preguntaban los vecinos unos a otros
¿ sabes que tiempo da el calendario para
esta semana?. Había dos calendarios: uno
el Zaragozano y oro el Gatero de Lugo, que
Dios los tenga en la gloria y le perdone las
mentiras. También se miraba a los cuartos
de Luna; algunas veces marchabas a segar
y te volvías del camino porque no te gustaba
el tiempo; en fin era una preocupación
continua de la siega y la lluvia era cosa de
mucho interés, pues si segabas y estaba buen
tiempo se segaba pronto con poco trabajo, se
recogía y la hierba era buena. En cambio si
llovía daba muchísimo trabajo y la hierba
era mala, mejoraba un poco si al descargarla
en el pajar se extendía en capas delgadas y se
le echaba un poco de sal a cada capa, el
ganado la comía mejor.
Sin embargo el año que se mojaba mucha
hierba había grandes cosechas de patatas,
sobre todo en tierras de secano, muy buena
para el centeno. Como ya se aproximaba la
siega y un refrán que decía:
A auga de Santa Mariña
No cerron fai fariña.
Pues dicho mes lo llamábamos Santa
Mariña. También si llovía venía muy bien
para descansar y también se traía estrume
para estrar las cuadras, hacer cama para todo
el ganado.
Con el último carro de hierba se ponía
un ramo en lo alto del carro, hecho con
flores campestres. También se celebraba
familiarmente haciendo y comiendo las
migas, que consistía en un plato de buen
vino con migas de pan. Y cuando un vecino
decía fanfarroneando:nosotros hoy y mañana
acabamos de meter la hierba, otro contestaba
nosotros ya comimos las migas ayer. Entre
los vecinos reinaba mucha ambición por
acabar los trabajos unos antes que otros, por
tener las mejores vacas, los mejores carros
que cantaran bien, los mayores rebaños. En
fin eso se debe de heredar pues ahora seguís
presumiendo de tener mejores coches,
mejores marcas, más nuevos pero no creas
que presumes más con tu mercedes grande
y nuevo que presumía tu abuelo con un carro
nuevo que cantara bien, cuando venía con un
carro de pizarra con cuatro o cinco parejas.
Repito, no te lo creas.
Por este mismo motivo las fincas valían
mucho más, y nos sacrificábamos para
comprarlas; ahora no valen nada ni hay
quien las quiera. Que futuro más incierto
par estos pueblos que cada día se encogen
más. Yo con 85 años a cuestas domingos o
festivos salgo a ver mis fincas; me dan ganas
de llorar, tierras donde yo segaba centeno de
la altura de un hombre llenas de maleza y
retama, tierras donde yo arrancaba toneladas
de patatas llenas de retama y silvas, prados
donde yo segaba hierba de buena calidad
todos llenos de maleza, a duras penas se
puede entrar. Así que estas visitas ya voy
dejando de hacerlas, porque en vez de
complacerme en ellas en muchas ocasiones
tengo que limpiar las lágrimas.
Joven, si hubiera un cambio y tuvieras
que volver, no tengas pena que donde
vivieron tus padres y abuelos también tu
vivirías, aunque de una forma muy distinta
a la de tus padres y abuelos.
Adiós julio.