Literaria
     Era  el  mes  de  la  siega  del  centeno,   el
acopio  de  pan para todo el año,  un  mes  de
mucho  trabajo  y   actividad   campesina.  Al
terminar     la     siega    o    sin      terminarla,
intercalando el trabajo había que arar el lino,
pues   con   excepción  de   algunas  eras  que
había   en   sitios   que  no   se   utilizaban,  la
mayoría de  las  eras  se   preparaban   en  las
tierras  donde  estaba   sembrado  el  lino;  en
estas tierras se apañaba el centeno, se hacían
las   medas   y   después   se  preparaban  para
hacer la  malla. Se recogía  la  boñiga  de  las
vacas y se hacía una pasta y después  de  bien
allanada   la  tierra  se  extendía;  después  de
segar  hacía  una  superficie  muy  fina  y  era
donde     se     mallaba.   Todos    los    vecinos
procuraban    hacer   la   malla  lo  más  cerca
posible  de su casa,  para  que  quedara  cerca
para   apañar  el  centeno, que  se  apañaba  a
costillas;  esto   lo   hacían   los   mozos  o  los
hombres más robustos.

     La  siega  a  la  hoz   era   un   trabajo muy
duro,  desde  el  amanecer hasta el oscurecer,
y aguantando todo el calor  del  día.  Vosotros
los   jóvenes  de  ahora  el  calor   del   día   lo
soportáis   en  la cama   y   las   noches  en  la
discoteca.¡ Que  contraste !. ¡ Que  cambio de
vida !,  vosotros   decís   que    esta    vida    es
insoportable,   tus   padres   y   abuelos    eran
ignorantes y  atrasados. Tenéis toda la  razón,
pero  al  mismo  tiempo  quiero  haceros   esta
comparación: en   aquellos   días  inagotables
por  el  día  de   cualquier   sitio  se  oían    las
canciones   propias  de  la  siega, al  toque  de
oración aún estábamos en las  tierras, pero de
regreso  a casa por todos  los caminos  se oían
cantares  de  todas  clases;  hoy  el   toque   de
oración  ya no existe, las campanas se callan,
las canciones  no se oyen por ningún camino.
¿Dónde  están  las canciones?  ¿Dónde  están
las  canciones  que  al  regreso de los pastores
se oían por todas partes?.

     Bueno,  después  de   la  siega   había  que
hacer la malla,  que también necesitaba buen
tiempo;  se extendía  el centeno  en  la era en
hileras rectas  hasta  llenar la era,  y  después
dos hombres de un lado  y  dos de otro con los
mallos siguiendo las hileras  a  golpes  hacían
saltar   los   granos;  según  los  hombres  que
hubiera  se  repartían  para ir cuatro por cada
hilera;  se  ayudaban   unos   vecinos  a  otros
juntándose   en   barrios   en  ocasiones  hasta
más    de    20    hombres,    las   mujeres  iban
levantando  la  paja  desgranada   poniéndola
en feixes; después  los hambres  la  apañaban
y hacían un palleiro. Cuando se acababa una
eirada  se  extendía otra y mientras se  dejaba
que  la  calentara  un  poco  el  sol   para  que
desgranara    mejor.    Se    descansaba   y   se
reponían  fuerzas  bebiendo  buenos tragos de
vino  de  la  bota,  que  regularmente  eran los
chavales los que la posaban.

     Al   terminar   la malla   ya  se empezaba a
Mazar  el  lino,  que después de estar 10  o  12
días   empozados    en   agua   se  sacaban,  se
ponían  al  sol  y   bien   secos   se    mazaban;
consistía   en   ir   cogiéndolo   en    pequeños
manojos,   sujetándolo    con    una    mano   y
dándole   golpes   con   la   otra.   Después   se
extendía en un prado que estuviera  segado  o
bien  pastado  por espacio de 15 o 20  días,  se
recogía y ya se dejaba para espadarlo allá por
el mes  de octubre.

     Ya cesaban algo los trabajos  y  había  más
tiempo,  también  caían  en el  mes  de  agosto
varias  fiestas  que  en medio de tanto  trabajo
dejaba  pasar  por  alto; hablo  de  mi  pueblo,
Lamalonga,  la  Asunción de Nuestra Señora,
por  4  perras  teníamos  fiesta   hasta   cuatro
días,  ahora  pagáis  un  millón y  medio  para
tener fiesta 3 o 4  horas por  la noche. Pasado
el día 15 que era festivo, los días se trabajaba
por  la mañana  y  había  fiesta  por  la  tarde.
También  se  frecuentaban  las  fiestas  de  los
pueblo   vecinos;   a   pie   y   andando    solía
marcharse   a  las  tres  o  tres  y  media,  hora
solar,   y  se  regresaba  a  las  nueve  a  pie  y
andando. Los  caminos  rezumaban  alegría  y
canciones, ahora rezuman el ronquido de  los
coches  y de vez en cuando los  llantos  de  los
accidentes       que     desgraciadamente       se
producen con frecuencia. Joven(¿te apenas?)
al ver la vida de  tus  padres  y  abuelos,  pero
pasan    más    pena    tus   padres   y   abuelos
esperando el regreso de sus hijos y nietos.

     Adiós agosto. 
     
       
     
Faenas de Lamalonga 
en el mes de Agosto