Biografía

     Acabadas     guerra    y    mili,    que    para   los
contemporáneos de  Pepe  duró varios años, volvió
a Lamalonga y se dedicó a  construir  su casa, que
en realidad era  una  habitación  de  la casa de sus
padres que le había  tocado en  el reparto familiar.
Esa   casa   es    hoy   el   museo    etnográfico    de
Lamalonga.

     La     posguerra     puso     de    manifiesto     las
desgraciadas     consecuencias      de     la   guerra,
retracción de la actividad económica,  en términos
de los antiguos  lamalongos no había donde   "ir a
ganar", es decir trabajar por cuenta ajena  por  un
salario. Hasta los desplazamientos dentro  del país
estaban  controlados, permisos de  desplazamiento,
certificados   de   cumplimiento   pascual   y   otras
cuestiones  que  probablemente  los jóvenes de hoy
ya ni  entiendan  de  que  va  el  asunto.  El simple
desplazamiento   a   una  ciudad  a  buscar  trabajo
estaba lleno de dificultades casi insuperables.

     El  único  numerario  era  la  venta  de ganado,
quien podía.  Volvió el trueque:  jamón por tocino,
patatas  por  pescado   y   otras  combinaciones  de
miseria     rampante,    además    de    cartillas    de
racionamiento (permanecieron hasta el año 1953),
estraperlos   y   otros   números.  En  la  posguerra,
tenía el  medio  ambiente  el  valor  añadido  de  la
actividad de los maquis, mezcla de "roxos" (rojos),
delincuentes     y    aventureros,    cuya    actividad
principal consistía en asaltar a los  lugareños  que
volvían de las ferias llevando algún dinero, o  bien
meterse en las propias aldeas para tratar  de  robar
algo   que   llevarse   al   estómago:    una   gallina,
un  jamón  o  si  se   terciaba    una   vaca   incluso.
Recordaba  Pepe  que  en  alguna  ocasión, ante la
amenaza de una incursión de maquis, tuvo que ser
llamada    Lamalonga   a   concello,   a   toque   de
campana,     para     que    acudieran     todos   con
espalladoiras,  fouzos  y  azadas  para  defender  el
pueblo.

Posguerra