Biografía

     Por  el  año  1970,  acabados   los   estudios   de
bachillerato y del entonces preuniversitarios de su
hija  Rosa,  por  cierto  alumna  inauguradora  del
Instituto Español de Paris perteneciente al distrito
universitario de Madrid, se plantea la cuestión  de
seguir en Paris o volver a España.  Para  no  tener
tentaciones   de   volver   a   Paris,   el  permiso  de
trabajo y  residencia  lo  deja  para  renovar   y  no
vuelve a buscarlo.

     De  nuevo  en  Lamalonga  se  encuentra  Pepe
con medios para realizar uno de los anhelos de  su
vida: Construirse una casa. Los  planos  los  había
dibujado pacientemente en la época de Paris; solo
quedaba   decidir   el   sitio,   un    buen    día    sin
encomendarse ni a  dios  ni  al  diablo  comenzó  a
demoler la casa que había heredado  María  de  su
tía Clara al lado de  la  iglesia.  En  aquel  tiempo,
el   precio   del   cemento  era  casi  el  mismo  que
después de la guerra civil, por lo que hizo un buen
acopio     de     cemento.    Le    ayudaron    en    la
construcción su primo Cesar, su cuñado Cherno  y
otros paisanos del pueblo.

     No se contentó con el  flanco  arquitectónico  y
quiso tener el mejor ganado  local,  por  lo  que  ni
corto   ni   perezoso  se  fue  a  León  con  María  y
compro  dos   extraordinarios  ejemplares  de  raza
parda alpina (retinas), que por primera vez hacían
acto   de   presencia   en  Lamalonga  y  zona.  Sus
terneros tuvieron un éxito  arrollador  en  la  feria
de ganado de A Veiga. Poco a  poco  aquella  raza
vacuna se fue expandiendo  por  el  ayuntamiento,
aunque      algunos      viejos      campesinos      las
consideraban   poco  trabajadoras,  comilonas  sin
descanso   y  mimosas;  pero   eran   también   más
dóciles que la  briosa  y  dura  raza  local  vianesa,
y,   sobre   todo,   no   había   comparación   en   la
cantidad   de   leche   que   producían.   Toda   esa
nueva  hacienda  requería  prados  y  riegos y hete
aquí a Pepe con los riegos nocturnos y ese extraño
juego del  escondite  en  que  tantos  participaban:
Pepe, Belarmino, Augusto, Flaminio,...  La gracia
consistía en  que,  amparados  en  la  nocturnidad,
en   cuanto   uno   se   descuidaba   ya   le  estaban
quitando   su   agua   para   regar   otro  prado,   el
nombre popular del juego era "quitadelas".

     En aquella adquirió también máquina de segar
hierba   de   gasoil   y   un   tractor   grande,   poco
adaptado al  relieve  montuoso  local  que  le   hizo
volcar   en  más  de  una  ocasión  con  el  esfuerzo
consiguiente   de   volver   a  colocar  de  pie  a  tal
monstruo y su carga, se  ganó  el  odio  de  toda  la
familia.


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